Te reto. Te reto a que leas conmigo. A correr detrás de Lulú en el
pasillo de un tren. A que confíes en el cerrojo de su baño traqueteante.
A que no puedas más. A que sientas en tu labio de abajo el sabor
putrefacto del jodido sueño americano. A que pasees por Boulevard Street y
reconozcas a quien siguió tu conversación en ese antro pegajoso en el
que te emborrachaste anoche. Te reto a que tu también creas que el amor
es un perro del infierno escrito en una servilleta de bar. Te reto a que me digas a qué te sabe la utopía de aquel poeta y
a que me confirmes que prefieres no salvarte. A pronunciar Lo-li-ta. A
que pruebes los dos lados de mi triángulo isósceles. Y a que seas
inquilino en mi Aleph particular. Te reto a ser Silvio una tarde
cualquiera. A liar tu risa y la mía. Y a hablar de cambio y de
revolución mientras el humo te envuelve. Y me envuelve. Te reto a
escuchar, una vez más, esa canción triste de Ismael. Intenta no sonreír de medio lado
cuando te diga que al final sí se pudo, y que esa canción ahora es
himno. Te reto a que recuerdes el beso que no me diste la noche del
domingo verde. A que me mientas y digas que aquella vez tampoco te diste
cuenta. Yo volveré a fingir que no sé que miras hacia abajo cuando
estás nervioso. A que subas los tres tramos de escalera reglamentarios
que solían llevar al cielo desde el barrio más obrero de Madrid. Y a que
intentes bajar Doctor Fourquet con la alegría de aquel día. Te reto a
que sigas arreglando el mundo vestido de domingo y a que bebas ginebra
en vasos de cristal fino. Te reto a que hables por encima de Vincent y
Jules, a que provoques mi ironía y a que dejes que te ponga nervioso en
un bar cualquiera. A que me digas de nuevo que la fidelidad es cuestión
de ideología. Siempre tan libre, siempre tan libres.Te reto a que
vengas. Ven. Ven sólo si quieres. Pero si vienes, ven sin salvavidas.